NURSING EDUCATION IN COLOMBIA: BETWEEN DOCTRINE AND FREEDOM.
A EDUCAÇÃO DA ENFERMAGEM NA COLÔMBIA: ENTRE A DOUTRINA E A LIBERDADE.
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Abstract / Resumen / Resumo
La formación profesional de enfermeras en Colombia es un proceso históricamente reciente, donde ciertas tradiciones conservadoras – religiosas persisten como hegemónicas, afectando el avance de la disciplina. Este artículo de revisión considera diez aspectos necesarios para repensar la educación en enfermería, como paso inicial hacia la transformación de la práctica y su organización. Cierta literatura relacionada con algunas áreas problemáticas, a saber: ambivalencias conceptuales para la profesión; heterogeneidades organizativas de las instituciones universitarias; subjetividades sobre la investigación; matices de proyección social sin impacto; lagunas teórico-prácticas; deficiencias en los procesos de admisión; la tendencia creciente hacia la educación con fines de lucro; la «ideologización» del currículum; y la proliferación de discursos no fácticos para explicar la enfermería como conocimiento. Finalmente se problematiza con respecto al significado real de «educación liberal» aplicada a la profesión. | The professional training of nurses in Colombia turns out to be a relatively recent process of at least 80 years, where certain conservative traditions inherited from the religious past persist, which are seen as outdated and of little value for the present; This review article considers ten aspects necessary for a comprehensive and coherent reform of nursing education, as an initial step towards the transformation of its practice and organization. After the exploration of literature relevant to the Colombian university context, the following are identified as problematical areas: the theoretical-practical ambivalences of the work of the profession; the organizational inefficiency of some university establishments; the excesses of an artificial investigation without rigor; forms of social projection lacking impact; the constant disconnect between theory and practice; the shortcomings in the admission processes; the inability to address social gaps among targeted youth; the increase in the number of for-profit university institutions; the presence of ideologies and dogmas in the curriculum; and the proliferation of “romanticizing” discourses of nursing, which take it away from the rigors of the health sciences. Finally, the real meaning of «liberal education» applied to the profession is questioned. | A formação profissional do enfermeiro na Colômbia é um processo historicamente recente, onde persistem certas tradições hegemônicas de tipo conservador-religioso, afetando o avanço da disciplina. Este artigo de revisão considera dez aspectos necessários para repensar a formação do enfermeiro, como passo inicial para a transformação da prática e sua organização. Determinada literatura relacionada com algumas áreas problemáticas, a saber: ambivalências conceituais para a profissão; heterogeneidades organizacionais das instituições universitárias; subjetividades sobre a pesquisa; nuances de projeção social sem impacto; lacunas teórico-práticas; deficiências nos processos de admissão; a tendência crescente para a educação com fins lucrativos; a «ideologização» do currículo; e a proliferação de discursos não factuais para explicar a enfermagem como conhecimento. Finalmente, é problematizado no que diz respeito ao real significado de «educação liberal» aplicada à profissão. |
En una perspectiva académica el conocimiento enfermero está ligado al desarrollo histórico de la profesión en sus cinco fases: I). Primitiva – Intuitiva – instintiva; II). Religiosa; III). De aprendices; IV): Educativa informal; y V. Profesionalizante, al respecto no existe consenso entre los autores especializados acerca de los alcances de cada etapa: para algunos la profesión ha llegado ya a un nivel maduro de conocimiento (Alvarado-García, 2017), para otros enfermería todavía necesita consolidar y unificar la naturaleza de su saber y sus métodos de descubrimiento (Dallaire, 2015); al respecto en Colombia hay consensos y disensos especialmente cuando se trata del momento actual que vive actualmente la disciplina (que para algunos es de ya plenamente profesionalizada, y en la visión de otros se encuentra en un punto a medio camino, o sin culminar) (Velásquez-Jiménez, 2020).

Entre los aspectos determinantes de una y otra posición se destaca la contradicción (casi paradójica) que los actores de enfermería tienen para la inclusión, asimilación (y en algunos casos de rechazo) hacia el saber biomédico como elemento transversal al ser y quehacer de la profesión, el cual ha querido reemplazarse con argumentaciones filosofales particulares sobre dicha disciplina. De otro lado el distanciamiento hacia dos grandes tendencias (la técnica-tecnológica y la universitaria) instauran una suerte de coyuntura confusa acerca de la dimensión y el alcance real de la profesión (Ayala, 2020).
Finalmente, la carencia de liderazgo entre las organizaciones nacionales de enfermería, junto al rol secundario y expectante que el gobierno da al gremio de las enfermeras, más la ausencia de políticas que incentiven del recurso humano en salud, y los fallos de la educación superior para incrementar la oferta de graduados de enfermería, se ha configurado una suerte de “mercado de la educación de enfermería”, que prioriza la rentabilidad por las matrículas, y desplaza a lo último aspectos esenciales como son la pertinencia, la calidad, la relevancia y el impacto de dicha educación para la sociedad en general.
Destaca en ese escenario una marginal competitividad, la ausencia de innovación, y la rutinización de la docencia, el estancamiento de la investigación aplicada, así como de la proyección social.
Como corolario al problema ha de señalarse con fuerza el impacto negativo a que conlleva la ausencia de estándares de práctica, y el corto-circuito que hay entre la formación universitaria y las necesidades del sector productivo. En el panorama nacional poco se habla acerca de la baja tasa de enfermeras profesionales (10.8 profesionales por cada diez mil habitantes); ni de las inconsistencias y fallos que presenta la operacionalización de roles de la profesión: gerencial–comunitario e investigativo–docente, los cuales pasan por inverosímiles ante un medio marcadamente hospitalario el cuál concentra a más del 80% del recurso humano de enfermería. Si se añade a esto las pocas garantías socio-laborales para el profesional, la práctica de la enfermería en Colombia resulta ser un proyecto de vida secundario (o no prioritario) para un joven con potencial para la profesión (Arco-Canoles & Suarez-Calle, 2018; Cassiani et al., 2020; García Castillo, 2017; Universidad de Los Andes & Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo – CIDER, 2019).
«Si se añade a esto las pocas garantías socio-laborales para el profesional, la práctica de la enfermería en Colombia resulta ser un proyecto de vida secundario (o no prioritario) para un joven con potencial para la profesión»
Para el caso de Bogotá, solo el 46% del recurso humano en enfermería cuenta con un contrato formal e indefinido de trabajo (Universidad de Los Andes & Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo – CIDER, 2019).
Pese al carácter progresista de la Ley 266 de 1996 han sido pocos los avances del colectivo profesional en términos de progreso disciplinar; poco documentado está el devenir de los cuerpos colegiados emanados de dicha norma (Consejo Técnico Nacional de Enfermería – CTNE, y Tribunal Nacional Ético de Enfermería – TNEE) quienes se han movilizado sustantivamente hacia la cooperación programática con varios sindicatos generales en Colombia, los cuales tienen agendas políticas diferentes al progreso académico y pragmático de la profesión.
Para el año 2020 el Ministerio de Salud y Protección Social intentó incentivar la organización y mejora de la enfermería colombiana liderando un consenso entre el gremio a través del Plan Nacional de Enfermería 2020 – 2030 el cual coincidió con la coyuntura de la campaña global «Nursing Now», para mejorar las calidades de la formación, el ejercicio profesional, el bienestar y el incentivo a las enfermeras(os) en el mercado laboral (Portal Consultor Salud, 2019).
Pese a lo loable de dicha iniciativa, la contrapropuesta presentada por los cuerpos colegiados tendió hacia la legalización de distintos pliegos de los actores sindicalizados (principalmente el refrendar el Convenio sobre el personal de enfermería de la OIT – C149 de 1977), y no la búsqueda de un real desarrollo nacional y funcional de la profesión, cayendo así en la retórica, en el mantenimiento de un discurso (si se quiere artificial) que en la práctica no transforma ni incentiva el avance de la Enfermería. Igual desenlace ocurrió para el Proyecto de Ley No: 258 de 2019 del Senado de la República presentado por el médico y político Juan Luis Castro Córdoba, el cual se enfocó más en el desarrollo de políticas de género (resaltando la labor del trabajo doméstico), antes que del ejercicio específico de la enfermería como tal (Castro-Córdoba, 2019).
Es por todo esto que mediante este manuscrito se pretende dar luces desde una racionalidad socio-crítica sobre el estado actual de la educación en enfermería, sus contradicciones entre los dogmas y la racionalidad universitaria, y acerca del impacto de esto sobre el bienestar de quienes la ejercen ya sea a nivel técnico o profesional. Posterior a ello es deseable impulsar a los distintos actores relevantes para la praxis de la profesión hacia la renovación, reforma y transformación de las maneras como se enseña, se practica y se regula la enfermería en Colombia.
Diez aspectos para una reforma de la educación enfermera en Colombia.
- Revalorar el sentido de la educación desde un enfoque jurídico.
- Los problemas de una docencia medieval incrustada en el Siglo XXI.
- Pasar de una investigación “de papel” a una investigación aplicada y transformadora.
- Una proyección social “artificial” y sin impacto significativo.
- Desconexión entre lo enseñado y la realidad en que se practica.
- La realidad de los jóvenes, frustrados entre la medicina y la enfermería.
- Las brechas educativas y socio-económicas que afectan la universidad pública, la privada, y a los potenciales profesionales de enfermería.
- La enfermería mercantilizada y el pseudo-ánimo de lucro.
- La ideologización y el adoctrinamiento en la profesión: dos enemigos sustanciales.
- Un llamado a la racionalidad en enfermería (desromantizar la profesión).
A continuación se desarrollan cada uno:
- Revalorar el sentido de la educación desde un enfoque jurídico.
Pese a los orígenes público-Estatales de la profesionalización en Enfermería (Universidad de Cartagena y la Universidad Nacional de Colombia a mediados del Siglo XX), procesos estructurales como son la apertura económica, la privatización de algunas dimensiones del contrato social, y la desregularización de la educación superior (representada en la expedición de la Ley 30 de 1992), generaron un incremento en la oferta de currículos profesionalizantes de la enfermería, heterogéneos en su calidad y en los tipos de énfasis formativos (por competencias, funcionalista-memorístico, conductual, y socio-formativo), así como en los roles a desarrollar con mayor hincapié (clínico-asistencial, gerencial.-administrativo, docente-investigativo).
Según la Constitución Política de Colombia la educación es un “derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social”, bajo el principio de la Igualdad posibilita el desarrollo humano, y la realización de los otros derechos fundamentales. Así mismo el Estado debe garantizar la disponibilidad, accesibilidad, la adaptabilidad, y la aceptabilidad en referencia a la calidad de la misma (Marín Castillo & Trujillo González, 2016). A esto contraviene las múltiples interpretaciones del sentido jurídico de la “autonomía universitaria”, y del real alcance y limitación por cuenta de la debida inspección y vigilancia (la cuál como se leerá adelante, es en ocasiones inexistente) (Morales, 2016).
Así, lo que tenemos ahora es por un lado, un grupo de Instituciones de Educación Superior (IES) de naturaleza pública, con recursos limitados, obsoletas en su “know how”, con grandes retos para ampliar sus coberturas, y para mantenerse competitivas; y por el otro, un creciente grupo de universidades privadas, que pese a sus orígenes altruistas adscritos a grupos familiares, cooperativas y comunidades religiosas, con los años han pasado de aportar a un proyecto de país, a concentrar sus actividades en la acumulación de capital a expensas de la prestación de un servicio público esencial. Como ejemplo se tienen el caso de grandes corporaciones multinacionales (por ejemplo el grupo Whitney International con presencia en américa latina), que al igual que otras agrupaciones particulares demuestran gran experiencia comprando pequeñas universidades locales, para anexarlas a grandes conglomerados que solo ostentan auto-publicidad pero con una marginal calidad en sus procesos de docencia, proyección social, e investigación (Chiroleu & Marquina, 2017; García, 2018).
En esa dinámica el estudiante deja de ser un aprendiz, y se convierte en un cliente; y el docente, pasa de ser un intelectual consagrado para convertirse en un empleado más que debe cumplir con una cuota de trabajo dentro de una cadena productiva; devaluándose así el altruismo propio de la enseñanza, y mercantilizándose en ultimas la educación superior; (obsérvese las conexiones entre el sector financiero, la banca de inversión de riesgo, y el incremento “tipo burbuja inflacionario” de las universidades privadas), que han llevado a un superávit entre la oferta y demanda de programas universitarios versus una bajísima tasa de matrícula de estudiantes (Mora & Múnera, 2019).
2. Los problemas de una docencia medieval incrustada en el Siglo XXI.
Pese a los progresos que las ciencias de la educación presentan para el Siglo XXI, un considerable porcentaje de las IES colombianas han perpetuado modos de enseñanza asimilados de la básica primaria y secundaria que van a todas luces en contravía del ser y sentido de la universidad (en lo que se pudiera llamar una “escolarización de la universidad”); así es preocupante encontrar en la educación superior de enfermería prácticas docentes donde las pedagogías son totalmente “profesor-dependientes”, los estudiantes carecen de autonomía, la teoría y la práctica evidencian dos realidades desconectadas, la formación cae en el enciclopedismo memorístico, se estimula desde las decanaturas la ideologización de los currículos, se incrementa la carga de “currículos ocultos”, los syllabus se vuelven un recurso simbólico e inoperante, se carece de políticas serias de carrera docente, y los profesores se instrumentalizan como actores pasajeros sin mayor relevancia para cada proyecto educativo en el mediano plazo (Rojas Reyes et al., 2019).
Mientras tanto, cada IES estructura sistemas de gobierno que más parecen feudos que instituciones democráticas: allí cada docente opera como vasallo en total dependencia de su señor feudal (que puede ser para el caso el coordinador académico, o el mismo decano); en estas instancias ejercer con independencia, o proferir algún tipo de queja o alegato contra el statu quo representa para el docente posibles retaliaciones institucionales que pueden devenir incluso en terminación del contrato de trabajo (Pineda & Celis, 2017).
Preocupan también para algunos casos la instauración de supervisores docentes, que más que ayudar al proceso didáctico, se orientan a la vigilancia y la coacción. A su vez, el exceso de rutinas de magistralidad imposibilitan aplicar el conocimiento, y convierten a la docencia en un acto de memorización enciclopédica carente de sentido práctico. Finalmente, el cobro de procesos administrativos que deberían hacer parte de la matrícula (como son los tramites de inscripción de cursos electivos, o presentación de exámenes supletorios), son solo un ejemplo de las muchas formas en que la educación superior se viene transformado en un bien tranzado por el dinero.
Resultan inquietantes los procesos de acreditación asimilados como “interpretaciones de la calidad” los cuales se vienen convirtiendo en un simple ejercicio administrativo, donde de forma superficial se aceptan como de calidad malas prácticas instauradas por años, así como para los procesos ineficientes en las misionalidades de docencia, proyección social e investigación; así las IES parecen motivarse hacia las acreditaciones dada la posibilidad que estas confieren para incrementar los costos de matrícula, y cubrir los puntos de equilibrio financiero más que por una real aspiración hacia la excelencia (Bayona-Rodríguez et al., 2018).
3. Pasar de una investigación “de papel” a una investigación aplicada y transformadora.
En principio, el concepto de universidad está conexo a la idea de creación de nuevo conocimiento, de “descubrimiento”, y de innovación. Los orígenes de la universidad investigadora provienen del modelo Humboltdiano en Alemania a comienzos del Siglo XIX; destacan allí sus capacidades para entremezclar la docencia y la investigación (a través del aula, el laboratorio, el hospital); al depender de recursos públicos para su financiamiento, posibilita el logro de grandes resultados de alcance internacional. Esta tradición inspiró en sus orígenes a los fundadores de la Universidad Nacional de Colombia, de la Universidad de Antioquia, y de la Universidad del Valle (en parte gracias al legado de la misión pedagógica alemana entre los años 1924 y 1935) (Jiménez Becerra, 2018).
En un sentido pragmático, la productividad investigativa se ve reflejada en la publicación de artículos originales y relevantes; depende principalmente de la calidad de los procesos académicos, así como de la oferta de maestrías y doctorados, que impulsa en consecuencia la cualificación de la planta docente. Sin embargo respecto a enfermería y en general a las ciencias de la salud, se observa que desde el año 2014 viene en descenso el número de revistas indexadas: solamente el 63% de estas corresponden a publicaciones de calidad tipo C; y un escaso 12% de estas están indexadas en SCOPUS y en Web of Science (es decir literatura top de alta circulación global). Todo esto demuestra un incipiente grado de desarrollo si nos comparamos con revistas tipo A (o top mundial); en Colombia este nivel solo lo alcanzan las publicaciones de ingeniería y ciencias puras (Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, 2019).
Es evidente que el éxito en la producción de nuevo conocimiento original y pertinente se da de forma conexa a la oferta y calidad de los pregrados y postgrados en enfermería, aunque en el país existen 57 programas de pregrado, 13 postgrados del nivel de maestría, y 2 doctorados disciplinares (donde las universidades privadas concentran el 52% de la matrícula), se denota una fuerte desconexión entre sus enfoques teóricos, así como para con las limitaciones de la normatividad específica; también emergen problemas de la disciplina para incorporar nuevos saberes en ciencias de la información, la tecnología y la cibernética a su quehacer. Para el caso de los postgrados unidisciplinares, estos evidencian ciclos de picos y valles en la matrícula, sin impactos significativos sobre los escenarios de práctica profesional en términos de transferencia de conocimientos (Ministerio de Educación Nacional – Colombia, 2020).
Aspectos como el tipo y duración de los contratos, el número de horas de dedicación, y las inespecificidades de los roles de docencia – extensión – investigación que a veces parecen contradecirse o subestimarse, afectan la productividad investigativa. Para el caso de un nuevo programa de una IES privada en Bogotá, en promedio el 70% del recurso humano es vinculado con contratos a término fijo sin promesa de recontratación; la mayor cantidad de horas laborales se dedican a la provisión de clases teóricas (sin suficiente tiempo para su planeación), y al acompañamiento de las rotaciones clínico-comunitarias (desarticuladas del conocimiento teórico, y de los estándares de práctica de las clínicas y hospitales) (Daza-Castillo, 2020).
Pese a que la tendencia a la contratación de enfermeros con maestría y doctorado viene en alza, esto no garantiza de forma directa incrementos de la producción de nuevo conocimiento o la mejora de las didácticas; la continuidad en la existencia de las formas de contratación del tipo “ocasional” y “hora cátedra”, atentan contra la idoneidad, coherencia y calidad de la educación ofrecida, toda vez que desligan al docente (en este contexto temporal), de la misionalidad e institucionalidad que se supone están trazadas en el proyecto educativo.
Por último, la masificación de los programas curriculares, frente a una inmodificada oferta de docentes que garantiza el equilibrio financiero de las universidades, afecta también la calidad, pertinencia y coherencia de tales planes de estudio, y de su real aporte al saber particular de la profesión. La organización de cuerpos profesorales cerrados, burocratizados y conglomerados como “clanes” propicia la ideologización de los currículos, perpetúa debilidades conceptuales, así como los currículos ocultos, y las malas prácticas clínico-administrativas.

4. Una proyección social “artificial” y sin impacto significativo.
Las universidades son espacios que no solamente deben dedicarse endogámicamente a repetición de saberes; por el contrario ellas deben poder evaluar, discutir, crear y transferir dichos conocimientos a los grupos sociales que más los requieran para su beneficio colectivo. Esta solicitud que se hace a la universidad como organización conlleva tensiones y conflictos administrativos toda vez que además de los sobrecostos a que conlleva por infraestructura, recursos humanos e insumos, implica que el cuerpo docente sea capaz de aplicar y adaptar su actividad de enseñanza-aprendizaje, y su trabajo investigativo, a la realidad del contexto social al que se debe (Jurado-Paz & Morán-Vallejo, 2019).
Para el caso de las escuelas y facultades de enfermería dicha competencia de “aporte social” no siempre es desarrollada en un sentido estricto, por el contrario en muchos casos esta representa solo un ejercicio simbólico, temporal, impreciso y sin estimación del impacto asociado. Por ejemplo, las IES con pregrados en enfermería asimilan la práctica clínica-comunitaria per se cómo extensión social, interpretación esta desacertada si se tiene en cuenta que una verdadera proyección social implica el desarrollo de alianzas estratégicas sostenibles y longevas entre la academia y la sociedad civil, que permitan la innovación respecto a las intervenciones de enfermería que enlazan el nuevo conocimiento (investigación), la teoría fundamental (docencia), y la aplicación de conceptos en la realidad (extensión).
A pesar que las escuelas y facultades de enfermería tienen presencia en hospitales, clínicas, e instituciones escolares de las ciudades donde se ubican sus sedes, es común identificar que dichas locaciones son instrumentalizadas como espacios para “acomodar” syllabus teórico-prácticos, sin determinar mesuradamente el impacto de dichas pasantías sobre las colectividades específicas. Esto aparte de las connotaciones éticas, subestima a las comunidades involucradas, y denota el ánimo de costo-efectividad de las IES con tales prácticas (Por ejemplo, mientras que el costo de una rotación clínica puede equivaler a entre el 25 y el 40% de la matrícula, una rotación comunitaria en un colegio público de Bogotá es prácticamente gratis, aspecto que explica en gran medida el sobre interés formativo en escenarios comunitarios, y menos proclive a las áreas clínicas afectando la calidad ultima de la formación).
Finalmente, la ausencia de transferencias de conocimientos del aula a los sitios de práctica denota la fragilidad de los proyectos educativos superiores en enfermería, los cuales rayan en el discurso, y minimizan las reales acciones de cambio y transformación de contextos sociales asociados a la salud y la vida. Resulta pertinente a su vez reevaluar la connotación que los anexos técnicos (instrumentos ejecutivos de planeación de las prácticas) están dando a las prácticas formativas del pregrado, por ejemplo.
5. Desconexión entre lo enseñado y la realidad en que se practica.
En Colombia a pesar de que la Ley 266 de 1996 instauró dos enfoques adicionales al ejercicio profesional (el administrativo y el comunitario, conocidos también como rol expandido), según datos del Ministerio de Salud y del CENDEX de la Pontificia Universidad Javeriana, 6 de cada 10 profesionales son absorbidos por la demanda laboral de las instituciones de salud (hospitales y clínicas), lo cual deja como una actividad residual a los enfoques administrativo-comunitario de Enfermería (Ministerio de la Protección Social – Colombia & Centro de Proyectos Para el Desarrollo CENDEX, Pontificia Universidad Javeriana, 2004).
Pese a esta relevante evidencia, las escuelas y facultades persisten enfocando a su alumnado hacia la promoción de la salud (rol comunitario), y hacia la gestión de los procesos (rol administrativo); perpetuando con ello los currículos que cambian de nombres pero que mantienen la misma esencia (por ejemplo la asignatura genérica de cuidado del niño se llama en otras escuelas: cuidado de enfermería al niño y adolescente, o cuidados de enfermería pediátrica; o cuidado de enfermería al niño y la familia, sin que el cambio de nombre implique variaciones curriculares o didácticas o cognositivas), aspecto este relevante que no aporta sustancialmente a la anhelada transformación de la praxis.
Parte de esta ruptura entre teoría y práctica se explica en la ineficiencia de los consejos técnicos nacionales y departamentales de enfermería, los cuales tienen el deber de desarrollar, mejorar y cualificar la practica en todo el territorio nacional, pero carecen de adecuadas regulaciones para su vigilancia y control. Deberían estos incidir de mejor manera en el establecimiento de una práctica basada en la evidencia, apegada a estándares internacionales racionales y concluyentes adaptados a las particularidades locales y culturales de país).
Un acuerdo nacional público – privado entre el gobierno nacional, las IES, y las Instituciones y Empresas Promotoras de Salud (IPS/EPS) debería desarrollar una enseñanza y práctica enfermeras alrededor de capacidades interpretativas, argumentativas, y propositivas, articuladas alrededor de una praxis biofisiológica y menos ideológica-utópica.
Se estima aquí que mientras el país no defina con claridad y celeridad sus políticas en materia de Atención Primaria en Salud, así como en cuanto a la gestión de su sistema de salud, y en materia de desarrollo de la ciencia y el conocimiento, los roles comunitario, administrativo e investigativo en enfermería no verán mayores progresos en el futuro.
La Propuesta de Plan Nacional de Enfermería 2020 – 2030 aunque destacable, se queda en el discurso político y gremial, dada su alta incapacidad para la generación de recursos y de incentivos para propiciar un real cambio cultural y organizacional de la enfermería en Colombia (OCE, 2020).
6. La realidad de los jóvenes, frustrados entre la medicina y la enfermería.
En la literatura académica y gris en Colombia, están poco documentados los criterios y estándares de admisión de los estudiantes de enfermería. Con excepción de las IES públicas (donde la selección y admisión dependen ya sea por el mérito asociado al puntaje de la prueba Saber Pro, o por el rendimiento en una prueba psicométrica aplicada por cada universidad), en las IES privadas estos procesos se dan sin mayor control, intermediados en algunos casos por mecanismos coercitivos y de persuasión psico-socio-económica.
En un análisis comparativo hecho entre 10 pregrados de enfermería (de las IES con mayor renombre, una pública y 9 privadas), se identificó que la universidad pública ostenta los mejores puntajes globales para la prueba Saber Pro – Enfermería, así como para las competencias generales (comunicación escrita, razonamiento cuantitativo, lectura crítica, competencias ciudadanas, e inglés), también para las competencias específicas (promoción-prevención, cuidado clínico/comunitario, y atención en salud), superando en 20 puntos porcentuales la media general; esto demuestra que la calidad de dicha educación no depende exclusivamente del ánimo de lucro.
Genéricamente las IES privadas basan la selección y admisión a partir de un mínimo puntaje en la prueba Saber 11 (administrada por el Instituto Colombiano para el Fomento a la Educación Superior – ICFES), y sobre una entrevista personal de actitudes (no de aptitudes), donde básicamente se definen unos mínimos de capacidad financiera de la familia del joven, y de aceptación de unas rígidas normas de conducta (auto-control del lenguaje, de las maneras y conductas, del vestido), que denotan un atraso en materia de reconocimiento de las libertades para el desarrollo de la personalidad, y el arraigo en la ortodoxia de los orígenes profesionalizantes de enfermería como instituciones proclives de “Escuelas de Señoritas” instaurados por órdenes religiosas o neo-conservadoras, pero no como un ejercicio liberal de formación para la práctica profesional y para el ejercicio de una vida llena de virtudes cívicas (Ferreira & Geles, 2018).
Según estadísticas del Banco Mundial, los jóvenes colombianos tienen una de las más bajas competencias en lectura crítica en américa latina (74% de baja competencia) (Clarke, 2016), que sumados a las limitaciones financieras de las familias de clase media informal para costear la educación superior, incide en la baja tasa de matrícula en enfermería.
En un estudio de cuatro cohortes del programa de Enfermería de una IES privada en Bogotá se identificó que al momento de la admisión el 65% de los estudiantes tuvo una posición en el cuartil medio – bajo del rendimiento en la prueba Saber 11, lo que significa que son cuestionable las habilidades de estos jóvenes para interpretar, argumentar y proponer; por ejemplo, solo 7 de cada 100 estudiantes pueden proponer a partir de la lectura de un contexto una alternativa de solución (Decanatura de Enfermería, FUJNC, 2018). Ante estas carencias cognoscitivas la universidad privada termina convirtiéndose en una suerte de “Grado 13”, o colegio preuniversitario, o “High School” que poco o nada coincide con lo que es y debe significar una universidad real.
Preocupa también las maneras como muchas IES privadas que ofertan pregrados en medicina y en enfermería, emplean la oferta enfermera como una estrategia de captación de aquellos jóvenes que no tuvieron méritos para ser admitidos a la escuela médica. Estos jóvenes con la esperanza de hacer la transición de un programa al otro, aceptan matricularse a Enfermería sin que realmente dicha formación sea congruente con su proyecto personal de vida. Factores propios a las dinámicas familiares, y a otros debidos a la instauración de estrategias de acompañamiento académico en las universidades están haciendo que este grupo de jóvenes (cada vez más creciente) obtenga el titulo como enfermeros profesionales, pero no garantiza que dicha formación se ejerza o que se desarrolle un sentido de identidad para tal cuerpo profesional (practicar la enfermería sin estar convencido del oficio). Sobre esta materia se adolece de literatura y estadísticas toda vez que muchas de estas IES omiten a su conveniencia reconocer tal realidad (por ejémplo se necesitan más estudios sobre los problemas de selección adversa y riesgo moral en la admisión de jovenes a los programas privados de formación en enfermería).
Dado que parece que asistimos a la escolarización de la universidad, y que tales problemas pudieran estar devaluando los valores intrínsecos de la academia, además de estar incidiendo sobre los problemas de la práctica, estudiar estos problemas cognitivos, curriculares y normativos sobre la educación enfermera se hace más que pertinente y urgente.
7. Las brechas educativas y socio-económicas que afectan la universidad pública, la privada, y a los potenciales profesionales de enfermería.
Estudios desarrollados para el área de la Psicología han demostrado una relación lineal y directa entre el rendimiento académico de los estudiantes en las pruebas ICFES, y el grado de desempeño académico en el curso del pregrado (Alzate et al., 2016); aunque para Enfermería en Colombia no existen estudios de este tipo, se presume que el comportamiento es igual.
Pese a que es indiscutible que las oportunidades laborales se incrementan en proporción al crecimiento formativo de la persona, en Colombia dichas oportunidades de desarrollo se presentan fluctuantes, tanto por factores propios del individuo (cognición y aptitud del estudiante), así como por factores atribuibles al contexto (calidad de los estímulos de las IES, capacidades humanas y de infraestructura, tipos de incentivos al estamento docente, y establecimiento de los roles de los pares académicos).
A la vez, es importante distinguir el comportamiento de las funciones misionales entre las IES públicas, las privadas, y de estas, entre las de élite tradicionales y las recientes de calidad media. Alguna literatura gris reporta que las IES públicas y privadas absorben en más del 60% a los estudiantes bachilleres provenientes de familias ubicadas en los quintiles 4 y 5 (es decir, los estratos más ricos); a su vez, los jóvenes con los resultados Saber 11 más bajos provienen de familias ubicadas en los quintiles 1, 2 y 3 (más pobres), quienes son en su mayoría excluidos de la experiencia universitaria (Guarin et al., 2016).
«Pareciera que las IES públicas se están quedando con los mejores perfiles de estudiantes, y las privadas con los rezagos de jovenes con carencias psico-cognitivas pero con mejor capacidad financiera»
De allí que el problema de admisión y cobertura se origina en las falencias de la educación básica y media ofrecida a los jóvenes de clases media y baja. Esto es relevante toda vez que las escuelas y facultades de enfermería en Colombia, vinculan en su mayoría a jóvenes provenientes de dichos estratos, haciendo parecer así a la Enfermería como una carrera de poco interés a jóvenes provenientes de estratos altos; sobre estas características socioeconómicas respecto a la elección profesional por la enfermería hacen falta estudios concluyentes de mayor profundidad.
Está demostrado económicamente que el estrato socio-económico tanto de los docentes así como de los estudiantes parece ser el principal diferencial tanto de la calidad de la oferta educativa así como del rendimiento del estudiante, en una especie de determinante de clase social (Ryan et al., 2017); una forma de demostrar esto es midiendo y comparando el rendimiento y la competitividad en el sector académico de enfermería en sus estudiantes en el desempeño en las Pruebas Saber Pro – Enfermería, especialmente entre las IES de élite, las públicas, y las de calidad media (fundaciones e instituciones universitarias).
Para el caso colombiano, reportes inéditos señalan que para 18 de 20 pregrados, los estudiantes admitidos a universidades públicas presentan percentiles de calificación ICFES superiores a los de las privadas, con una ligera participación de las universidades acreditadas; en esta coyuntura resulta peculiar que pese a que la mayor oferta de pregrados de enfermería se concentra en el sector privado, son las universidades públicas las que se quedan con el estudiantado con mejores habilidades y competencias cognitivas.
Esto puede explicar (al menos teóricamente) las altas tasas de deserción en la carrera de enfermería para las IES del sector privado (que es del 45,5% y se concentra en el primer año de carrera); también posibilita comprender el fenómeno de “escolarización” de la universidad, entendido como la inclusión de modelos de gestión derivados de la educación media (por ejemplo mediante la creación de gestores académicos, equiparables a la figura del coordinador académicos en las instituciones de educación media vocacional; o la eliminación de las vicedecanatura de bienestar, para delegarlas a las taras de la planta docente), todo esto en busca de reducir costos y de simplificar procesos.
«Escolarización de la Universidad: volver el claustro universitario un colegio grado 13, o High School», para remediar las fallas de la formación media vocacional.
Esta “escolarización” de la universidad parece (entre otras) apuntar a un interés homogeneizador de unos grupos de jóvenes heterogéneos, y cada vez más desiguales entre sí (toda vez que las admisiones no condicionan el ingreso en función del mérito académico, sino de la capacidad económica del grupo familiar volviendo con ello a la educación en un sistema filtrador de castas o clases sociales).
Por último, existe el agravante social por cuanto desde 2011 tanto las IES públicas como privadas vienen presentando una constante y progresiva disminución de sus tasas de absorción (con una disminución de la matrícula en promedio del 3% al año), situación que refleja una contracción creciente del sector educativo asociable al decrecimiento de los distintos sectores de la economía formal e informal. Según datos del Ministerio de Educación Nacional (MEN) el 45.7% de los estudiantes universitarios provienen de familias con ingresos entre 0 y 2 salarios mínimos, y un 27.2% provienen de familias con ingresos entre los 2 y 3 salarios mínimos (en total el 72,9% del total de la matrícula) (OECD et al., 2013). En muchos casos estas familias no cuentan con acceso a créditos financieros o con la suficiente capacidad de ahorro para financiar cuatro años de estudios universitarios de un pregrado de enfermería.

Fuente: Observatorio Laboral para la Educación. MEN – Colombia, 2021.
Emerge de allí un problema de equidad de acceso a la educación superior explicado en parte por las diferencias socioeconómicas entre los jóvenes tanto de áreas rurales, así como de las urbanas; esta realidad en el contexto de una exagerada heterogeneidad entre las IES, así como de sus políticas de garantía de la calidad en los procesos de selección y admisión parece complicar la situación. Un agravante adicional es que en general, la tasa de retorno de la inversión educativa en un pregrado en Colombia es mayor para los egresados de las IES públicas que para las privadas toda vez que los costos de inversión son menores, lo que significa que es menos rentable invertir en una educación privada que en la pública (Gil-Rojas et al., 2018).
No existen con claridad en Colombia estudios que determinen la relación entre los grados de formación (entre técnica y profesional), y su impacto sobre la generación de salarios en el mercado productivo para el sector salud (López et al., 2020); conocer este dato es particularmente importante para enfermería ya que esta es una de las profesiones donde hay mayores brechas entre las remuneraciones de los auxiliares, los profesionales con formación de pregrado, y aquellos con formación de postgrado (a quienes muchas veces tal formación no significa incrementos salariales en el empleo formal).

8. La enfermería mercantilizada y el pseudo-ánimo de lucro.
Debido a (en algunos casos) mal usos del principio de autonomía universitaria, algunas IES a su acomodo crean y organizan espontáneamente sus programas de estudio, con sus particulares infraestructuras y sus personificados modos de acción, aspecto que incide indirectamente en formas irregulares y divergentes de selección del equipo docente y del alumnado (obviando o minimizando en algunos casos las cualidades mínimas necesarias tanto para enseñar como para aprender). A su vez, no se evidencian limitaciones jurídicas ni normativas que impidan a las IES (especialmente las privadas), desarrollar actividades mercantilistas alrededor del servicio educativo (como son la expansión inmobiliaria, y la reinversión de los recursos financieros provenientes de las matrículas, en otras actividades económicas diferentes a su propósito misional – entíendase formas de economia circular o integración vertical). Tampoco se monitorea la circulación del presupuesto educativo en otras sub-empresas “fachada” dedicadas a otros fines, que estructuran formas de integración vertical o apropiación piramidal) (Barco, 2020).
Así el manejo de la educación superior como un bien transable en una lógica de mercado implica aspectos positivos y negativos: entre los primeros destacan la apertura a la sociedad global del conocimiento, así como la posibilidad de propiciar la movilidad internacional de los profesionales para prestar sus servicios; entre los aspectos negativos debe mencionarse las falencias del Estado en materia de supervisión, vigilancia y control de los actores no oficiales que prestan dicho bien, además de los desiguales desarrollos de la calidad, subestimados a expensas del interés por alcanzar puntos de equilibrio financiero entre la matrícula y los costos en la prestación del servicio (García, 2018).
La transición de la educación superior de derecho a un bien de consumo ha implicado la conversión del estudiante, de sujeto de derecho, a cliente consumista; allí nociones como “eficiencia”, “calidad”, y “productividad” se imponen y “tergiversan” el propósito filosófico y los valores originales de la educación como motor del desarrollo de una sociedad; entre los problemas a que ello conlleva se destaca la privatización del acceso al conocimiento, la devaluación de las calidades de la vida académica, y la “instrumentalización” del estamento docente (quienes pasan de intelectuales a obreros), así como la instauración de un modelo universitario neo-conservador y represivo (Nieto Gómez et al., 2018).
En tal sentido las políticas reformistas y los incentivos para la acreditación terminan siendo máscaras y escenarios artificiales (entre estos la investigación precaria, rutinizada, “de papel”; y los campus que parecen más clubes vacacionales o centros comerciales y menos centros de conocimiento), que mantienen el ánimo mercantilista, el interés hacia el plusvalor y que poco aportan a la calidad y al progreso de los estudiantes (es decir, la movilidad social que es la razón última de las IES); estas dinámicas son en términos generales similares en toda américa latina (Sánchez-Costa, 2017).
Por limitaciones en cuanto a la extensión del presente artículo de reflexión, no es posible desarrollar en profundidad el debate acerca de la pertinencia, utilidad y contradicciones entre las “visiones de educación y calidad” derivadas de instancias gubernamentales como el Consejo Nacional de Acreditación – CNA, y la Comisión Nacional Intersectorial de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior – CONACES, donde solo se señala aquí sus problemas de regulación y deficitaria estandarización de los procesos académicos en las IES, así como de incapacidad en la articulación con los incentivos financieros estatales, y sus impactos en términos de cobertura, eficacia y eficiencia para las IES en general (Murillo-Vargas et al., 2020).
Es en este escenario que se ha expandido en Colombia la oferta de educación superior en enfermería donde se subraya que según datos del Observatorio Laboral para la Educación (Colombia), las universidades privadas concentran el 50.2% de las matrículas; para el periodo 2015 – 2019; en este periodo las IES privadas mostraron una ligera mayor tasa de graduación (de no más del 2% respecto a las IES públicas). Tanto para las públicas como para las privadas, en el mencionado quinquenio se dio una progresiva contracción de la matrícula y de la graduación (que se estima aquí en un promedio del -8%) registrándose el mayor pico negativo para 2018.
Se resalta sobre el particular el fenómeno de masificación de la formación enfermera observado para una IES privada en particular (la cual gradúa al año un promedio de 384 profesionales (tres veces más que la universidad pública más importante), situación conexa a la inversión de capitales de riesgo o “joint venture” desde corporaciones multinacionales, tendencia creciente en las IES de las ciudades capitales. Al tiempo está documentado el congelamiento de la financiación con recursos del Estado a la universidad pública, situación que amerita una profunda revisión y reflexión acerca de las tendencias particulares que tanto el gobierno, como los actores con intereses mercantiles tienen para la educación profesional en enfermería (Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales & Anzola Montero, 2017).
9. La ideologización y el adoctrinamiento en la profesión: dos enemigos sustanciales.
Con la ya mencionada masificación de la oferta educativa para la enfermería profesional en Colombia resulta fácilmente visible su impacto sobre la calidad de las prácticas docentes: ciertas flexibilidades para la admisión, así como para la selección de los profesores, junto con propuestas curriculares débiles y utópicas (conocidos como Proyectos Educativos Institucionales – PEI), el aula de clase se ha convertido en un lugar donde se difunden prejuicios, subjetividades no factuales, pseudo-ciencias e ideologías populistas que atentan contra el espíritu liberal y dialógico de la academia como espacio deliberador y de construcción social.
En una sucinta revisión de la historia puede hallarse que una de las características de las universidades europeas del siglo XIX (conocidas como universidades napoleónicas), es que en ellas se promovían las ideologías uni-causales, y se arraigaban los sesgos y los credos a ultranza; a diferencia la universidad Humboltdiana (que para 1945 sentó las bases de la universidad alemana y de sus altísimos desarrollos en investigación e innovación), y que promueve las libertades individuales, la experiencia académica como oportunidad para “aprender descubriendo”, y por cimentar la universidad como un espacio para el ejercicio de la libertad positiva (Östling, 2018).
Esta ambigüedad entre una y otra forma de universidad parece percibirse en lo que ha devenido de la educación superior en enfermería: se sigue confundiendo en la actividad docente la educación con el entrenamiento, la ciencia con la ideología, y la formación en virtudes cívicas con el adoctrinamiento. Por mencionar dos ejemplos, la alta carga de currículos ocultos (es decir, no contemplados en los sílabos planeados por os comités académicos y que dan cuenta de intereses y sesgos particulares del docente), así como la promulgación de ideologías de género en provecho del carácter todavía femenino de la profesión, antes que hacer de la oferta curricular y sus procesos algo atractivo e interesante, constituyen verdaderos sesgos que tropiezan el desarrollo de las IES, así como de la profesión dentro de las comunidades en donde se circunscriben.
10. Un llamado a la racionalidad en enfermería (desromantizar la profesión).
Por muchas causas y factores la visión que en general la sociedad latinoamericana tiene de la práctica profesional de la enfermería, es que esta se instaura como un oficio servil de mujeres mostrando patrones comunes de obediencia; de necesidad de “ser supervisada”; de rutinización en el quehacer de “pequeñas tareas operativas”, indistinguibles entre la uniformidad del vestido blanco, y de sumisión a un destino insuperable de trabajar en un oficio puramente “vocacional” (que marcadamente se diferencia del quehacer biomédico, el cual conecta más con el mérito cognitivo y socio-económico antes que con un anhelo de “servir” o “ayudar”) (Mena Tudela et al., 2018).
Muchos autores han tratado de ligar el arte y la ciencia dentro de una definición genérica de la Enfermería, sin embargo dicha conexión resulta irregular y quizás, forzada. Aunque no caben dudas de la naturaleza humanista y social de la praxis enfermera, el excesivo énfasis que la academia hace sobre la idea de una enfermera que “intercambia amor” en forma de acciones de cuidado, deslegitima profundamente las bases cognoscitivas que hacen de la enfermería una ciencia de la salud, entre las que destacan la morfofisiología, la bioquímica y la microbiología así como otras ciencias aplicdas.
Esta práctica romantizadora de la profesión deviene en grandes asimetrías para con otros profesionales quienes se ven a sí mismos más racionales y rigurosos en sus praxis (véase el caso de los terapeutas ocupacionales, respiratorios, los fisioterapeutas y los bacteriólogos quienes sin desligarse del saber biomédico, se reconocen a sí mismos como profesiones autónomas).
Así ciertas rupturas e incoherencias sobre los alcances de la autonomía profesional en enfermería, y la constante ocurrencia de conflictos con las normas de los sitios donde se ejerce (manifestados por formas de resistencia, sumisión, subversión y renuncia), denotan complejos procesos psicológicos de “Disonancia Profesional”: pensar de un modo y actuar de otra manera en la enfermería (de Vries & Timmins, 2016).
Este debe ser un punto de partida hacia una crítica reflexiva y transformacional de las viejas tradiciones educativas en enfermería, proclives de la repetición de saberes no comprobados, y la imitación de “personificaciones del ser profesional” que limitan y vulneran el libre desarrollo de la persona, y en ultimas del cuerpo propio de conocimientos.
De fondo queda pendiente por elevar en la academia, en el gobierno, y en los sitios donde se ejerce, un profundo debate sobre las ambivalencias y contradicciones respecto a la “profesión liberal” para el caso de enfermería, especialmente cuando existen preocupantes injerencias de populismos (si se quiere académicos) entendidos como argumentos a conveniencia que se desgastan como discursos agobiantes y sin fundamento fáctico, que sesgan la academia en su ámbito más íntimo; también preocupan las idealizaciones heterogéneas sobre íconos, símbolos e individuos que se posicionan forzadamente como paradigmas para la profesión sin mayor sustento científico. Finalmente, el uso de las palabras y discursos para configurar relaciones y estructuras desiguales de poder en todos los escenarios de enfermería amerita una gran reflexión local y nacional (Verbeek & Zaslove, 2019).
Aunque sustentada desde la ley que regula la Enfermería, en términos generales se entiende por profesión liberal a aquella que “permite desarrollar el verdadero potencial humano”, de donde destaca un enfoque vocacional (entiéndase, la ejecución de una serie de actividades tendientes a la cualificación de habilidades orientadas para el trabajo), preocupa sobre esta el escaso margen de liberalismo que ostenta, sobre todo si se tiene en cuenta que en Colombia desde 1940 la formación de enfermeras existe como “escuelas de señoritas” enfocadas más en el modelamiento de la conducta, las buenas maneras y la imitación de roles, antes que en el desarrollo de conocimientos científicos aplicables y transformadores de la realidad.
«La pedagogía liberal en enfermería debería promover ampliamente las individualidades, la auto-determinación de la persona, y la aversión a todo ideologismo, a todo proselitismo, y a toda forma de control jerárquico o de dominación».
Más allá de definir “lo que se puede y no se puede hacer”, o más allá de “vigilar y castigar”, la pedagogía liberal en enfermería debería promover ampliamente las individualidades, la auto-determinación de la persona, y la aversión a todo ideologismo, a todo proselitismo, y a toda forma de control jerárquico o de dominación (Souza Neto & Frazão, 2020). Así los académicos de la disciplina que posan como intelectuales de la única verdad cometen un enorme daño a la profesión y a su futuro, toda vez que antes que “transformar realidades”, sus sesgos, sus altos márgenes de ideologización y sus maneras de adoctrinamiento están conduciendo a los jóvenes a incomprensiones de índole moral, y a totalitarismos ideológicos que refuerzan cada vez más ciertas falacias epistemológicas y a apropiaciones incoherentes propias de planteamientos pseudo-científicos que antes de abrir el grupo a la sociedad global del conocimiento, lo cierran a su propia ceguera y a su propio estancamiento (Springer & Clinton, 2017).
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Una respuesta a “EDUCACIÓN DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA: ENTRE LA DOCTRINA Y LA LIBERTAD.”
Necesitamos cambiar el concepto de la profesión de enfermería de una profesión netamente servicial lo cual es ligado a una sumisión y temor, generar un carácter más de autónomia frente a la consecucion de nuevos conocimientos a través de la apropiación de nuestra profesión desde una visión empoderamiento como carrera generadora de pensamientos críticos autologos desde el verdadero valor del interactuar en el día a día en cada una de las disciplinas, se necesita dar mayor autonomía al profesional en la toma de desiciones y más inclusión en los diferentes campos investigativos,esto desde el aula de pregrado al insentivar el valor propio de la profesión como una profesión lidere y cuente con los conocimientos teóricos prácticos actualizados y focalizados en unas políticas y programas de salud proyectados a los cambios presentes y futuristas de una sociedad que requiere aún profesional de enfermería empoderado con visión crítica que le permita participar y gestionar de manera libre en campos como la investigación y administración para aportar activamente y representativa en el campo sociopolítico y de salud en nuestra sociedad. Se debería entonces cambiar el modelo de educación escolarizado y epistemológico enfocado a un profesional subyugado por otras profesiones en su roll laboral por un modelo que potencie y genere a los futuros enfermeros como gerentes de su propio desempeño a través de la construcción de conocimiento y reconocimiento de su carrera como una profesión autónoma. Que si bien esta llamada a trabajar en equipo con otras profesiones para generar sinergia y destacarse en su accionar sin perder su emancipación como profesión.
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